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Sombra aquí y Sombra allá

Dicen que las oportunidades no hay que dejarlas pasar, que hay que subirse al tren cuando pasa, que si no, te quedas ahí en la estación con tu maletita (o maletón), con la mano en alto y con cara de tonta. Como cuando se te va el autobús.

Y eso mismo debió pensar Rosella Calabró cuando leyó la famosa trilogía 50 Sombras de Grey. Seguro que Rosella cuando leyó los libros pensó: “Qué poco se parece este hombre a los que yo conozco”. Y claro, siendo ella editora, pensó también: “Pues las diferencias entre Grey y los hombres normales y corrientes me da para un libro”. Y ahí está el libro, 50 Sombras de Gregorio. Y ella está dándose a conocer mundialmente con su obra, aprovechando el tirón de la famosa trilogía.

Yo personalmente, le agradezco a Calabró el libro. Porque yo leí 50 Sombras de Grey atraída por la curiosidad. Todo el mundo hablaba de ello y claro, me hice con ellos rápidamente para ver qué era lo que gustaba tanto a las chicas (porque no conozco a ningún chico que lo haya leído). Pero me llevé un chasco.

Para mi sorpresa, más que una novela erótica, es una novela romántica. Porque al fin y al cabo es una historia de amor, sólo que el sexo de la parejita nos lo cuentan de forma explícita. Y en la novela hay mucho lujo, amor, sexo…Y, claro, muchas chicas quieren un Grey porque… Bueno, yo personalmente no sé porque quieren un Grey. Porque ese chico será muy guapo y muy rico, y Anastasia disfrutará mucho del sexo con él, pero…¡Qué controlador es! Chico, deja a la pobre Anastasia vivir, ¡que es una mujer adulta!

Y tengo que reconocer que parte de mi curiosidad venía dada porque la historia prometía BDSM, pero de eso poco, eso hubiese aparecido en la novela si nos hubiesen contado la historia de Christian antes de conocer a Anastasia. Antes de conocerla a ella sí que se dedicaba el muchacho a sacar provecho a su “cuarto rojo del dolor”, y eso sí que hubiese sido contar una historia X.

Bueno, que me voy por las ramas, Calabró retrata en su libro a Gregorio, pero Gregorio no es más que el nombre con el que se refiere a todos los hombres. A los que nosotras conocemos. A los normales y corrientes. Como diría la autora de este blog, a los hombres del universo.

Gregorio, a diferencia de Grey, no es perfecto, nos dice a la cara que hemos engordado, tiene un cuerpo humano que elimina ventosidades y no es tan detallista y comprometido. Gregorio tiene sus más y sus menos, como todo el mundo. Vamos, que no tiene nada que ver con el Grey que regala coches carísimos, pilota su propio helicóptero y le pide a Anastasia que se case con él a los dos días de relación. Pero las historias de Gregorio nos pueden sacar más de una sonrisa y alguna que otra carcajada.

Al fin y al cabo, soñar es gratis, y muchas chicas, a lo Disney, esperan un príncipe azul rico, guapo y con unas buenas abdominales. Como decía una frase que leí en Facebook: “ Las chicas esperan príncipes azules por culpa de los cuentos de Disney y los chicos esperan putas insaciables por culpa de las pelis porno”. Pero cuanto antes nos demos cuenta de que todos

somos humanos, mejor. Podemos disfrutar de las novelas románticas, pero no esperar a que ciertas cosas ocurran en la vida real.

Así que del divertido libro de Calabró me quedo con el párrafo final, el cual os citaré textualmente como despedida:

“No hay mejor regalo que el que nos hacemos a nosotras mismas, no hay protección más eficaz que la que nos procuramos nosotras mismas, y no hay mejor Gregorio que el que jamás trataremos de hacer que se parezca a Mr. Grey”

Estefanía Gómez
Relaciones Públicas y Community Manager de Las Tentaciones de Lulú

Publicado por Miriam Gómez Galocha

Pedagoga, sexóloga y feminista.

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