fbpx

La primera vez

relato erótico

Relato erótico: La primera vez.

Estoy algo nerviosa. Hoy es la primera vez. No en mi vida, pero sí con él.

Cada primera vez es excitante y única, o debería, aunque tengo algunos recuerdos que no son así. Hoy es la primera vez con alguien muy especial para mí y además yo soy una persona muy diferente a la de las otras primeras veces, y esto hace que esté nerviosa y a la vez cachonda.

Necesito algo más de tiempo para mí y mando un mensaje que dice: compra condones. Suelto el móvil y me acerco a la cama donde tengo dos modelitos de ropa interior. No son cualquiera, son los dos que me hacen sentir más sexy y atractiva.

Hoy quiero toda la seguridad conmigo. Hoy mi Diosa va a por todas. Finalmente elijo el body de tul y encaje negro que me hace una figura espectacular.

Me lo pongo y me quedo mirándome al espejo. Me ha costado mucho tiempo y trabajo, pero me gusta mucho lo que veo. Tuve la suerte de aprender que nos contamos lo que queremos y yo quiero ser libre con mi sexualidad y disfrutar de mi cuerpo y eso es lo que me cuento ahora. Mis curvas en el espejo son una bendición que me recuerdan que ese es mi cuerpo y que es maravilloso tal cual es.

Me siento muy sexy y tengo que confesar que me encanta sentir la sensación de que alguna mirada indiscreta me pueda estar viendo. Así que voy hacia la ventana y abro la cortina. Justo enfrente hay un edificio de oficinas, quién sabe si hoy intercambiaré juego sexual con un extraño que nunca conoceré. Si es así espero que se lo pase, al menos, la mitad de bien que pienso pasármelo yo.

Ha llegado el momento de preparar el jacuzzi. Abro el agua e introduzco una bomba de baño que había comprado en Lush para que se vaya deshaciendo. Rápidamente el olor inunda la instancia. Es olor a jazmín que me transporta a un estado emocional feliz.

Mientras ajusto la temperatura del agua giro la cabeza y veo mi reflejo en un gran espejo de pie. Puedo sentirme erótica a través de mi imagen. Soy yo. Me veo. Mis lunares, mis estrías, mi celulitis están ahí pero también veo el movimiento de mi sexualidad, de mi pasión, de lo más profundo que hay en mí. Esta imagen me pone muy cachonda.

No sé si quiero esperarle. Creo que no quiero esperar. Decido que no voy a esperar.

Me dirijo a una mesita de bar que tenemos en la habitación. Pongo dos copas y abro una botella de mi vino favorito un château Greysac del 2015. Sirvo un poco de vino en una de ellas y le doy un sorbo. Este sabor me embriaga y me gusta tanto que dejo salir un gemido de placer mientras cierro los ojos para concentrarme en lo que me hace sentir su sabor.

Después de mi pequeño éxtasis vuelvo a mí y doy un repaso a la habitación. Pienso en qué me falta… y veo un tocadiscos vintage. ¡Bingo! Necesito un poco de música. Veo un vinilo de jazz y lo pongo. No conozco a su autor, pero eso no impide que mi cuerpo empiece a danzar.

Me dejo llevar con movimientos lentos y sensuales por la habitación. Me siento plena. Cojo nuevamente la copa de vino, la huelo y doy otro pequeño sorbo como si lo quisiera hacer eterno. Me muevo por la habitación bailando y mi excitación aumenta. Me pongo frente al espejo y ahora bailo para mí. Sensual, seductora y disfrutando de cada momento. Atrás quedaron los días de inseguridad y llantos incontrolados.

Suena el móvil y me saca de mi burbuja erótica.
Leo: —me paso por un poco de sushi.

Envío un emoticono de carita sonriente con lengua para saborear.

Inmediatamente solo puedo pensar que tengo 20 minutos más para mí. Una sonrisa se dibuja en mi cara. Quiero ser traviesa.

Reviso el jacuzzi y está perfecto. Por suerte estamos en verano y había previsto que esto podía pasar. Aguantará bien hasta que él llegue.

Sigo moviéndome por la habitación bailando y seduciéndome. Y sin saber muy bien cómo, llegue hasta ahí. Estaba frente al espejo, sentada en el sillón con el body desabrochado, recostada con una pierna apoyada en el suelo y la otra encima del brazo del sillón dejando mi sexo accesible.

Estaba tocando y mirando mi vulva. No puedo dejar de mirarme. Siento que quiero más. Mi cuerpo quiere más. Me levanto y cojo una botellita de aceite de almendras que siempre me acompaña. Pongo un poco en una mano. Froto fuerte con la otra y tanto mis manos como el aceite cogen una temperatura idónea.

Estoy lista para seguir. Con una mano abro mi vulva y con la otra empiezo lentamente a tocar. Me encanta las sensaciones que me hago sentir.

Es mi cuerpo, soy yo, soy sexual. Mi placer depende de mí ¡Qué gran verdad!

Sigo tocando mi vulva. Pongo los dedos índice y corazón de mi mano derecha en forma de uve y empiezo a masajear mi clítoris a través de los labios con suaves movimientos de garra. El placer aumenta y mi cuerpo me pide más. Me miro furtivamente al espejo y veo el placer en mi cara eso me excita aún más. Quiero más.

Mi vagina me habla y está impaciente. Pero le tocará esperar un poco aún. La siento, siento como se contrae y quiere ser penetrada. Pero la ignoro y sigo con el masaje en la vulva. Mi excitación sube tanto, tengo tantas ganas de ser penetrada que me levanto autómata y voy por un dildo pequeño que también me acompaña siempre.

Lo lubrico y lo introduzco lentamente por el ano. ¡oh my god! Oleadas de placer inundan mi cuerpo. Con una mano mantengo el dildo dentro de mi culo y con la otra sigo frotando mi vulva cada vez con más presión y mejor ritmo. Todo el mundo debería probar esto.

Él está a punto de llegar y eso me pone más aún. Estoy a punto.

Busco un extra de excitación y recuerdo que corrí las cortinas. Entonces imagino que alguien al otro lado me está mirando y se está masturbando. Ha visto mi erotismo y no ha podido hacer otra cosa que compartir conmigo el suyo. Me imagino que está con su polla en la mano, mirándome fijamente y con la respiración entrecortada. Esta conteniendo sus gemidos que se escapan inevitablemente. Espera mi orgasmo para correrse.

Esa imagen, permitirme desear que me deseen hace que llegue a mi máxima excitación. Mi vagina empieza a contraerse y llegan los espasmos anales y vaginales que me sumergen en un intenso orgasmo que puedo sentir en todo mi cuerpo como una onda expansiva de placer. ¡Wao! Ha sido increíble.

Y solo puedo pensar en que quiero más. La respiración vuelve poco a poco a la calma. Dejo que el dildo salga solo a su ritmo y me dispongo a dejar todo listo para cuando llegue él.

Con lo que no contaba es que él hacía más de cinco minutos que había llegado. Las nuevas habitaciones de hotel son demasiado silenciosas —pensé, y yo estaba tan concentrada en mí placer…

Al final resulta que si tenía un voyeur en primera línea jajaja. Él estaba en la cama con la copa de vino en la mano. Una sonrisa de oreja a oreja y la polla muy dura en la otra. Esperando que fuera su turno. Pero ya no tendría que esperar mucho más. Me acerqué y le di un beso pasional y le dije: —Estoy lista.

Miriam Gómez

Publicado por Miriam Gómez Galocha

Pedagoga, sexóloga y feminista.